“Siempre he hecho lo que me hace feliz”
Nacido en La Gomera y residente durante muchos años en Venezuela y, actualmente, en Candelaria, Efraín Medina asegura que Vallehermoso le ha aportado su esencia, mientras que Venezuela le permitió tener dos patrias y Candelaria le aporta mucha felicidad y tranquilidad.
En Venezuela inició su carrera artística, ¿cómo fue?
Gané un concurso de televisión del doble de Juan Gabriel, al principio de los años 80, y a raíz de ahí fue un boom y comenzaron a contratarme. Tenía mi espectáculo, que alternaba con mi negocio de la hostelería.
¿Cómo fue dejar su vida en Venezuela para venir a Tenerife?
Siempre quise volver, aunque en Venezuela estaba muy bien. En el año 1987 en la Plaza de Toros cuando ganó el traje de mi amiga Mónica Raquel, Tajaraste, fue cuando me pregunté qué hacía yo en Venezuela. Ya en 1989 tuve la oportunidad de establecerme aquí. Siempre he sido muy inquieto y nunca me ha gustado estar en estado de confort, porque es muy aburrido. Fue un choque porque de repente vi que toda aquella gente que había dejado ya no estaba o estaba en otro sitio, y me tuve que volver a reintentar. Caminando por la calle 25 de julio oí una batucada, resultó ser la comparsa los Danzarines Canarios, con los que salí ese año en. Yo y el Carnaval tenemos esa comunión perfecta.
¿Por qué eligió Candelaria para vivir?
Comencé a relacionarme con Candelaria a través de mi hermana, que residía en Candelaria porque mi cuñado entonces era comandante de la Guardia Civil del municipio. Ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida porque Candelaria me proporciona un plus de felicidad añadido. Trabajé en el Hotel Tenerife Tour y durante el mandato del alcalde Rodolfo Afonso salió un contrato, al que me presenté. Me vi organizando el Carnaval. En aquel entonces conté con personas como Santi Castro o Juan Carlos Armas. Fue una época fantástica, de la que tengo los mejores recuerdos porque conté con mucha gente que colaboró conmigo para que el carnaval saliera adelante. Ellos me ayudaron mucho. Lo hacíamos con mucha ilusión. La misma con la que surgió la comparsa Tropicana.
¿Cómo recuerda su etapa como responsable de la Dirección General de Acción Exterior y Cooperación?
Me tocaron hitos muy difíciles y se trabajaba muchísimo. Y en todos estos casos yo veía la magua. Recuerdo una vez que el Padre Jesús Mendoza nos acompañó a repartir las ayudas a los emigrantes, en la que los más mayores lo tocaban, olían el gofio y los higos pasados y hablaban de su tierra y de lo que habían dejado. Junto con el talón de la ayuda les dimos una estampa de la Virgen de Candelaria y a algunos se les olvidó. Canarias no terminaba en la Isla del Meridiano sino ahí donde hubiese un canario, porque la historia de Canarias nunca estará completa sin la emigración.
¿Tiene algún recuerdo en especial?
Ha habido muchos, pero recuerdo cuando fuimos a Villa Clara, en Cuba, donde hay un grupo, Rumores del Teide, que tenían unos trajes cogidos con imperdibles. Juan Carlos Armas, a quien nunca le estaré lo suficientemente agradecido, casi les donó el nuevo vestuario. Historias como éstas tengo muchísimas con gente extraordinaria. En Sierra de Ávila se celebró un acto donde dos hermanos que no se veían desde hace cerca de 40 años se reencontraron. La emigración tiene esas historias que hay que contar. Sucedió algo maravilloso con la comparsa Los Rumberos, que interpretaron la canción escrita manolo monzón mamá, llévame a la Habana. El Carnaval tiene además una función social importantísima que hay que reconocer porque surge del tejido social y del asociacionismo. Hoy después de la pandemia, el estar agrupado y saber lo que le pasa a la persona que está al lado y el poder cooperar te genera felicidad..
¿La proyección turística de esta fiesta podría tergiversar su esencia en un futuro?
Ambas cosas tienen que convivir. Estamos en la era de la innovación y la imagen. El carnaval no puede ser de otra manera que con nuestras murgas, comparsas, agrupaciones musicales…pero hay que venderlo al exterior porque vivimos del turismo y el carnaval es una herramienta muy potente. Cada Carnaval tiene que tener su propia identidad. Tenemos tradición y fiestas identitarias. Un ejemplo son las Burras de Güímar o en el pibe vístete de piba que se celebraba en Candelaria y que debería de mantenerse. Todas estas fiestas tienen que tener unas fechas para que todo el mundo pueda disfrutar de ellas y que generan un desarrollo económico, y es que hay personas que viven todo el año con el carnaval.
De todas las administraciones, ¿cuál es la más complicada?
Todas son distintas. El Cabildo es más cercano que el Gobierno de Canarias y eso hace que estés más a pie de calle. Yo a todo le he dado mucha cercanía. Cuando trabajaba en el Gobierno de Canarias yo trataba a los emigrantes uno a uno, incluso llegando a conocer sus nombres y apellidos, en el caso de Cuba.
¿Alguna vez se ha planteado si su carácter y forma de ser encaja en el mundo de la política?
Siempre he hecho lo que me hace feliz y si la política no lo hubiera hecho lo hubiese dejado. Yo soy consejero del Cabildo y me subo a un escenario con 18 músicos, con el proyecto ‘Mucho más amor’, y lo hago porque me hace feliz y hago felices a los demás. Siempre he tenido la premisa de no hacer nunca nada de lo que mi madre se pueda sentir avergonzada.
La política tiene momentos amargos y duros, pero vale la pena ser servidor público. ¿Un sueño por cumplir?
Siempre tenemos sueños. Aunque pueda parecer una utopía, es que venga más tranquilidad. Cuando ves lo que está pasando en Ucrania, te preguntas qué está pasando cuando vivimos en un mundo tan globalizado. Me gustaría un día despertarme, encender la televisión y ver que ya no hay guerra.
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